Antigüedad de la civilización

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G. K. CHESTERTON

     El hombre moderno que contempla sus orígenes ancestrales, es como un hombre
observando el amanecer en una tierra extraña y esperando contemplar el nacimiento
del sol tras las montañas desiertas o las cumbres solitarias. Pero ese amanecer se
produce tras la negruzca amalgama de unas grandes ciudades edificadas muchos años
antes y sepultadas en la noche de los tiempos. Ciudades colosales —moradas de
auténticos gigantes—, adornadas con bestias esculpidas de tamaño superior a las
palmeras, y retratos pintados doce veces más grandes que el tamaño natural, y tumbas
enormes firmemente asentadas señalando a las estrellas, y enormes figuras de toros
alados y barbados firmes y fija su mirada a la entrada de los templos, en una eterna
quietud que hace temer que con sólo golpear el suelo se estremecería la tierra. El
amanecer de la historia nos revela una humanidad ya civilizada. Quizás nos revela
una civilización ya antigua…

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